Algunos sufrirían; comunicarse con otros sería un deseo, una necesidad tan fuerte que no podría ser ignorada. Otros, no sufrirían tanto; el ser introvertido por lo general va de la mano con la soledad, algo que ellos ya estarían viviendo desde antes.

Podría ser visto hasta como un juego (como uno donde la consigna es no hablar durante mucho tiempo, y el que lo logra, gana) hasta que la mayoría de las personas se de cuenta que, en realidad, la comunicación no se trata de palabras que salen de la boca de uno, o de sí miso; sino de algo tan necesario y poco apreciado.

Los gestos, textos, caricias, se convertirían en un deseo, y todos serían los que anhelaban.